La primera infancia constituye la etapa más determinante en el desarrollo humano. Durante los primeros años de vida se forman las bases emocionales, cognitivas y sociales que acompañarán a cada persona en su vida adulta. Investigaciones recientes demuestran que el acompañamiento afectivo, la estimulación oportuna y la educación de calidad durante esta etapa no solo mejoran el rendimiento escolar futuro, sino también la salud mental y la integración social.
Garantizar el bienestar en la primera infancia implica acceso a servicios de salud, alimentación adecuada, espacios seguros y educación temprana. En México, más de diez millones de niñas y niños menores de seis años representan el presente y el futuro del país. Sin embargo, una parte importante de ellos aún carece de atención educativa oportuna, lo que puede limitar su desarrollo pleno y perpetuar desigualdades sociales.
Cuidar la primera infancia es invertir en el futuro
Invertir en la primera infancia significa promover sociedades más equitativas.
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Además, los programas enfocados en esta etapa reducen el abandono escolar y mejoran las oportunidades laborales a largo plazo. Países que priorizan la educación inicial han logrado avances significativos en bienestar, productividad y cohesión social. La evidencia confirma que cada peso invertido en educación temprana genera beneficios económicos y humanos sostenibles.
Un compromiso social inaplazable
En agosto de 2025, organismos internacionales subrayaron que fortalecer la primera infancia es la estrategia más efectiva para romper ciclos de pobreza. Atender, educar y acompañar a los más pequeños no es solo una tarea de las familias o las escuelas: es una responsabilidad colectiva que define el futuro de toda sociedad.
