El bienestar digital se construye en el día a día de la convivencia familiar. Cuando madres, padres o cuidadores adoptan comportamientos conscientes frente a la tecnología, transmiten hábitos saludables a sus hijos y alumnas, y contribuyen a un desarrollo emocional y social equilibrado. Reconocer que el uso de dispositivos no es neutro, sino formativo, permite que el bienestar digital deje de ser tema de adultos y se convierta en una práctica compartida.
El ejemplo de los adultos marca la pauta. Estudios señalan que los comportamientos digitales de los padres influyen directamente en los patrones de uso de las niñas y niños. Cuando los adultos priorizan las relaciones sobre las notificaciones, silencian el teléfono en momentos de conversación o definen tiempos sin pantallas, están fomentando el bienestar digital en su hogar. De igual manera, enseñar con acciones concretas como pausas tecnológicas o lecturas compartidas potencia la atención plena y la presencia consciente.
Crear espacios de bien-estar digital en la familia
Para promover el bienestar digital es recomendable establecer momentos sin tecnología, como las comidas o antes de dormir. Estas pausas ayudan a construir vínculos más sólidos y a que los menores aprendan que no todas las alertas requieren atención inmediata. Asimismo, reflexionar junto con los hijos sobre cuándo y cómo se usa la tecnología contribuye a que la práctica digital tenga propósito y sentido.
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Integrar la tecnología con propósito y equilibrio
La clave del bienestar digital no es evitar lo digital, sino utilizarlo con intención. Compartir objetivos familiares, como aprender algo nuevo juntos, colaborar en una causa o conectarse con seres queridos, convierte la tecnología en aliada del desarrollo humano.
