Lo anterior forma parte del estudio “Los vendedores ambulantes como actores de un sistema alimentario sustentable: El caso de la Ciudad de México”, publicado como artículo en la revista “Geo” de la Royal Geographical Society, encabezado por Louise Guibrunet, del Instituto de Geografía; y Ana Ortega-Ávila, de la Facultad de Medicina (FM), ambas entidades académicas de la Universidad Nacional.
En el texto también concluyen, entre otros aspectos, que representan más del 50 por ciento de los puntos de venta de esos productos en las áreas de análisis, lo cual debe tomarse en cuenta para establecer las políticas públicas.
Las zonas de trabajo fueron 700 manzanas localizadas en las alcaldías Miguel Hidalgo y Azcapotzalco.
Las universitarias también apuntan que aunque los vendedores callejeros y los establecidos coinciden en las manzanas -donde hay gran actividad económica o elevada presencia de gente-, los primeros (fijos, semifijos, móviles o tianguistas) son valiosos porque ofrecen comidas diferentes a las que expenden en los locales formales y a precios más accesibles.
En entrevista, Guibrunet y Ortega-Ávila señalaron: “en México existe disponibilidad suficiente de alimentos, el problema es que no todos tenemos acceso –económico y/o geográfico– a provisiones saludables y sostenibles para nuestro consumo”.
Ante ello, los vendedores callejeros nos acercan una diversidad alimentaria, y en un porcentaje significativo comida tradicional mexicana conformada por una muestra mixta de la saludable.
Las autoras del estudio indicaron que otras alternativas que se expenden en la vía pública resultan saludables, entre ellas tlacoyos, esquites, tacos, sopes, según sea su preparación, así como obleas, atoles, alegrías, etcétera, aunque algunos no hay que consumirlos muy seguido.