Hay quienes creen que es de buena suerte ver a un cacomixtle. De ser cierto, cientos de usuarios de la línea 7 pueden considerarse afortunados por haber visto, corriendo entre los rieles del metro, al pequeño animal de cola anillada que vive en el túnel que conecta a la estación Tacuba con el andén de Barranca del Muerto.
“Aunque no lo parezca, los avistamientos de este mamífero —cuyo nombre científico es Bassariscus astutus— no son tan raros como parecería. Son seres oportunistas, generalistas y con mucha plasticidad que han sabido adaptarse a la vida urbana, por lo que es común que se escondan en nuestros patios o azoteas, dejando pocas pistas de que están ahí. Son nuestros vecinos invisibles”, dice David Prieto, profesor de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala de la UNAM.
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Cada vez hay más videos de estos animales en sitios donde uno no lo esperaría: dentro de instalaciones bancarias, caminando cual equilibristas sobre tendederos de ropa u olisqueando los escalones del quiosco de la plaza Coyoacán.
Para el académico, ir a donde se ha reportado su presencia es una manera de saber más de ellos y de establecer tanto la salud de su población (a nivel genético), como el estado en que se encuentran los ecosistemas de la Ciudad de México.
“Los cacomixtles que observamos suelen vivir en los pocos parches de vegetación que aún nos quedan en la metrópoli. Parte de nuestra labor es recolectar sus excretas a fin de obtener ADN; esto nos dice si están logrando moverse a través de la mancha urbana o si, por el contrario, se están aislando en territorios cada vez más pequeños y haciéndose endogámicos, lo cual sería muy perjudicial para sus poblaciones”.