Los huertos escolares muestran a los niños la importancia de la agricultura a pequeña escala y su objetivo principal es que estudiantes de nivel básico aprendan sobre la siembra, el cultivo y el consumo de frutas, verduras y hortalizas para desarrollar capacidades agrícolas en las que se generen espacios de integración y convivencia, que fomenten acciones para hacer un uso sustentable de los recursos disponibles, así como mejorar los hábitos alimenticios.
Desde temprana edad, la infancia puede aprender a producir sus propios alimentos y conocer todo su ciclo, instruirse en el reciclaje de los desechos orgánicos a través de crear compostas y ciertos procesos de descomposición como, por ejemplo, a través de la lombricomposta, un fertilizante natural que contiene nutrientes como nitrógeno, potasio, fósforo y magnesio.
Este conocimiento, que es valioso en la escuela, puede ser trasladado a sus hogares, donde aprenderán que los desechos orgánicos pueden convertirse en composta para beneficiar sus jardines y plantas en maceta, puntualizó Mónica Cristina Rodríguez Palacio, investigadora del Departamento de Hidrobiología en la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
“Hemos trabajado con niños de nivel básico para instalar dos huertos escolares en la Alcaldía Iztapalapa con mucho éxito. En el proceso trabajan profesores y alumnos en todo el proceso, pues a los pequeños les encanta la parte final de la cosecha de los alimentos. Además, colaboran los padres de familia en las tareas de la limpieza donde se van a instalar los cultivos”, relató en entrevista para el Semanario de la UAM la doctora en Medioambiente.