Lucy fue parte de la historia de toda una generación de periodistas de entre los años 80 y 90.
Cada mañana se abrían las puertas de la sala de prensa ubicada en la planta baja del Palacio de Gobierno hasta donde llegaban los y las reporteras para iniciar el día leyendo los diarios locales y nacionales, hacer llamadas telefónicas, irse a reportear y regresar a este punto para escribir sus notas.
Entonces ahí estaba la compañera Lucila Pérez Rivera para atender a los medios de comunicación, siempre solícita y eficaz para los mínimos requerimientos de los representantes de la prensa.
Con el tiempo y la confianza comenzamos a llamarle solamente Lucy.
Era la encargada de que las máquinas de escribir siempre tuvieran cinta y que hubiera corrector líquido o en papel. Nos traía hojas, nos apoyaba consiguiendo pilas para nuestras grabadoras, además de libretas y plumas.
Si algún tema nacional nos interesaba para darle seguimiento, le pedíamos nos sacara copia de alguna nota aparecida en los periódicos que siempre estaban listos y bien archivados con su broche Baco.
Con esa copia buscábamos reacciones y así “levantábamos” notas para darles contexto local.
Si algún reportero debía salir de la sala de prensa, le pedía a Lucy que enviara sus notas por fax.
Muchas periodistas recuerdan que llegaban con sus hijos y se los encargaban a Lucy mientras ellas reporteaban.
En la sala de prensa había una televisión. Algún tiempo hubo cafetera, agua y hasta frutas. Sobre todo cuando llegaban corresponsales nacionales por algún evento importante.
Sólo había un teléfono, así es que debíamos esperar turno para ocuparlo y hacer una entrevista o para concertar alguna cita.
“A veces me sentía reportera”
En este trajín siempre estaba Lucy dispuesta para apoyarnos y poner orden.
Y es que ella no solo era una empleada encargada de una oficina.
Conocía a todos y todas las reporteras. Se hizo amiga y confidente.
Cuando llegaban los reporteros a la sala de prensa a buscar los periódicos, Lucy ya sabía lo que habían publicado los principales diarios.
Lucy Rivera nos recibía comentando las noticias del día. A veces nos revelaba algún acontecimiento, nos alertaba si llegaba algún funcionario o personaje importante al Palacio de Gobierno e incluso nos sugería algún tema para investigar.
Dice que a veces hasta se sentía reportera.
Si alguien tenía duda sobre algún suceso acontecido en Oaxaca o necesitaba cualquier dato, simplemente sugeríamos: “pregúntale a Lucy”.
Su llegada a gobierno y su encuentro con la prensa
Ella entró a laborar a gobierno del estado el 5 de enero de 1985.
Casi inmediatamente ingresó a la Dirección General de Comunicación Social, donde conoció y trabajó muy de la mano con el periodista Leandro Hernández.
Pero aún no existía la sala de prensa como tal.
Lucy Rivera llegó en tiempos del exgobernador Heladio Ramírez López (1986-1992), cuando nombró coordinador de Comunicación Social a Miguel Ángel Moreno Tello.
En ese entonces las oficinas de toda esta área eran pequeñas y estaban en la planta baja, pegadas al corredor del Palacio y hacían una escuadra ocupando las calles de Guerrero y Bustamante.
Ahí convergían la Dirección General y el área de síntesis, también estaba ahí un área para quienes manejaban el teletipo, y el lugar que después fue la sala de prensa, junto a la puerta de acceso que da a la calle de Bustamante, estaba ocupada por varias copiadoras.
En las oficinas de Comunicación Social solamente había un teléfono que por las tardes, principalmente, se saturaba, pues muchos corresponsales llegaban ahí para enviar sus notas.
Ante ello, se tomó la determinación de crear un lugar especial para que las y los reporteros tuvieran su propio espacio para trabajar.
Al principio había seis escritorios con sus respectivas máquinas de escribir, un clóset que después quitaron, y poco a poco se adecuó el espacio con un televisor, teléfono y fax.
La sala de prensa, recuerda Lucy, era el centro de reunión de todos los representantes de los medios.
Hasta ahí llegaban personas de todo tipo a buscar a algún reportero, a dejar recados y/o a invitar a eventos o conferencias de prensa.
Ella siempre estaba ahí para tomar cualquier recado.
Lucy fue niñera y hasta enfermera a veces.
Pero no todo fue miel sobre hojuelas
Con el paso del tiempo y subsecuentes cambios de gobierno, Lucy sufrió y sobrevivió al embate de algunos directores de Comunicación Social que la vieron como una amenaza, dada su estrecha amistad y cercanía con los representantes de los medios de comunicación.
Fue en el gobierno de Diódoro (1992-1998) cuando sufrió hostigamiento e incluso fue retirada de la sala de prensa y reubicada en otras áreas.
Era coordinador de Comunicación Social Miguel Ángel Shultz quien la tachó de “oreja” (informante) de los periodistas, pues quiso obligarla a espiar lo que escribían los reporteros cuando el EPR irrumpió en La Crucecita, Huatulco, en 1996.
Ella siguió como encargada de la sala de prensa en el sexenio de José Murat (1998-2004). Pero fue en el gobierno de Ulises Ruiz (2004-2010) cuando la sala de prensa vio su final.
2006 y el final de una era
Por el conflicto magisterial de 2006, todos los trabajadores del Palacio de Gobierno fueron reubicados y la sala de prensa se cambió a un hotel donde ya pocos reporteros asistían.
Lucy se jubiló el 15 de marzo del 2015 con 27 años y seis meses de labor en el gobierno del estado.
Después de Ulises Ruiz llegó Gabino Cué (2006-2010) al gobierno, y aunque se recuperó la sala de prensa en el Palacio de Gobierno, el ambiente ya no fue el mismo por múltiples factores, entre ellos la irrupción de las nuevas tecnologías.
Con el uso masivo de los celulares, las tabletas y computadoras portátiles, los reporteros ya no tenían la necesidad de ir a la sala de prensa y cada quien comenzó a trabajar de manera solitaria e independiente en cualquier lugar donde hubiera wifi o en los cibercafés que empezaron a surgir en Oaxaca.
La importancia de lo que hacía ella por la prensa no se ha valorado en toda su dimensión.
A la fecha suele ser tema de conversación entre algunos compañeros que aún la frecuentan, pues dejó muchos afectos y un recuerdo imborrable y nostálgico.
Toda una generación de periodistas de entre los años 80 y 90 llegaban, al menos una vez al día, a la sala de prensa para preguntarle a Lucy.
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