El deterioro de la calidad educativa en México no solo afecta los salones de clase, sino que compromete seriamente el desarrollo del país. La falta de mecanismos de evaluación, políticas públicas efectivas y estrategias a largo plazo ha generado un sistema fragmentado, donde millones de jóvenes avanzan sin contar con las herramientas mínimas para desenvolverse en un mundo cada vez más competitivo.
Crisis educativa sin diagnóstico ni dirección
México atraviesa una crisis educativa profunda. La eliminación de los organismos autónomos de evaluación, como el extinto INEE, ha dejado un vacío en la medición del aprendizaje y en la mejora continua del sistema. De acuerdo con la doctora Blanca Heredia, experta en política educativa, sin un diagnóstico claro es imposible corregir el rumbo. La falta de datos confiables impide saber qué funciona y qué no, debilitando cualquier esfuerzo por elevar la calidad en las aulas.
Además, la ausencia de evaluaciones diagnósticas nacionales, como PLANEA, ha invisibilizado las brechas de aprendizaje que se ampliaron durante y después de la pandemia. Según Heredia, esto contribuye a que muchos jóvenes egresen de secundaria o bachillerato sin las habilidades básicas para continuar con estudios superiores o incorporarse al mercado laboral.
Por otro lado, la experta destaca que el enfoque del sistema actual privilegia la ideología sobre el conocimiento, lo que dificulta formar estudiantes críticos, informados y preparados. La educación debe ser un espacio de transformación y libertad, no de adoctrinamiento. Sin embargo, aún es posible revertir esta situación con voluntad política, inversión sostenida y participación ciudadana activa.
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