Con la crisis climática intensificándose, Argentina avanza en una transformación pedagógica crucial: incorporar la educación ambiental integral como parte central de su política educativa. Lejos de ser un contenido accesorio, esta propuesta busca reconectar a niñas, niños y adolescentes con la naturaleza desde una mirada crítica, ética y transformadora.
La educación ambiental integral en Argentina se enmarca en la Ley 27.621, sancionada en 2021, pero su implementación tomó nuevo impulso a partir de agosto de 2025 con iniciativas concretas en escuelas de todo el país. Esta perspectiva no se limita a enseñar sobre reciclaje o cambio climático. Se trata de comprender el ambiente como un entramado de vínculos entre cultura, territorio, economía, biodiversidad y derechos.
Además, el enfoque actual promueve un aprendizaje situado, conectado con el entorno inmediato. Los docentes y las comunidades educativas están desarrollando proyectos que incluyen huertas escolares, reconocimiento de flora y fauna local, gestión responsable del agua y hasta mapeos participativos de conflictos socioambientales.
Educación ambiental: clave para un futuro sostenible
Este modelo fomenta valores como la empatía, el cuidado colectivo y el compromiso con el bien común. A través de actividades interdisciplinarias y colaborativas, las y los estudiantes construyen saberes que les permiten interpretar su realidad y actuar sobre ella. En consecuencia, la educación se transforma en motor de transformación social.
Actualmente, el Ministerio de Educación y el Ministerio de Ambiente trabajan en conjunto para capacitar a más de 200 mil docentes en educación ambiental, con foco en enfoques didácticos participativos y el uso de recursos digitales adaptados a cada nivel educativo.
La Organización de las Naciones Unidas ha subrayado que el 95% de los jóvenes a nivel mundial reconoce la importancia de la educación ambiental, pero menos del 35% considera que recibe suficiente formación al respecto.