Durante el conversatorio ¿Para qué necesitamos una Ley de Fomento para el libro y la lectura?, enmarcado en el foro Estrategias para recuperar la cadena de valor del libro que ofrece la Cátedra Inés Amor en Gestión Cultural de la UNAM, Patricia Van Rihjn destacó que se necesita un marco regulatorio en donde el Estado reconozca la carga cultural del libro y que permita la bibliodiversidad.
Las editoriales no necesitarían un nuevo marco regulatorio si la Ley de fomento para la lectura y el libro que está vigente en México, se aplicara. “Mientras no haya sanciones en la ley para quienes no cumplan, no podemos demandar a la Secretaría de Educación Pública (SEP) por no comprar libros para las bibliotecas y que los niños puedan lean para ser futuros lectores, o a la Secretaría de Cultura (SC) por no comprar novedades editoriales para la Red Nacional de Bibliotecas”, dijo Patricia Van Rihjn, directora de la casa editorial Cidcli.
“Esto es un círculo vicioso cuyo problema de fondo está en que la ley no es más que letra muerta. Además de que esta ley se ha enfocado en el precio único cuando integra más elementos como el que la SEP provea de libros las bibliotecas escolares y las aulas, así como la SC debería hacer lo mismo con las salas de lectura”.
Patricia Van Rihjn resaltó que actualmente en la Cámara de Diputados y Senadores se está revisando la posibilidad de lograr taza cero para las librerías, es decir que se les devuelvan los gastos de iba y que el precio único se vaya a 36 meses.
Lo que necesita América Latina en esta construcción, explicó, es dar un salto de una multiplicación de normas, construir una arquitectura institucional, recursos, tener funcionarios idóneos, así como una capacidad de interlocución. “La pura ley es una voluntad que no se puede agotar en sí misma”.