La ingeniera en alimentos Guadalupe Jasmín Cruz Barrera, alumna del Posgrado en Ciencias Naturales e Ingeniería de la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), desarrolla un proyecto para la elaboración de celulosa bacteriana con miras a su aplicación biomédica, sobre todo en el tratamiento de heridas cutáneas.
Si bien ese material se encuentra en las plantas, la propuesta consiste en producirlo a partir de bacterias, con la finalidad de contribuir al cuidado del medio ambiente al evitar la tala excesiva de árboles, ya que se trata de un biopolímero obtenido por fermentación, en particular de microorganismos de la especie Gluconoacetobacter xylinum, convirtiéndose en una alternativa a la celulosa vegetal, la de mayor abundancia en la tierra.
Las propiedades de esa molécula muestran una composición química parecida a la de origen vegetal, aunque con diferencias significativas respecto de su conformación estructural y cualidades físicas, que incluyen un alto grado de pureza y cristalinidad; en su forma pura no es tóxica ni alergénica, sino biocompatible y biodegradable, lo que la ha hecho un componente atractivo para sectores diversos, en especial de la salud”, expuso.
Gran reto
Esta celulosa entraña un gran reto, ya que de momento se consigue por medio de una bacteria derivada de la kombucha, una bebida a base de té endulzado de sabor ácido y del inóculo de dicho microorganismo.
Alrededor de 15 días después de este proceso, emana una nata o polímero de celulosa bacteriana que está libre de lignina y hemicelulosa –cadenas largas de azúcares que dan soporte y estructura a las paredes celulares vegetales– así como de otras moléculas que, en el caso de las plantas, dificultan su extracción.
La celulosa vegetal posee rigidez, mientras que la bacteriana está libre de estos compuestos, lo cual es un gran avance biotecnológico y permite mayor flexibilidad; el grado de cristalinidad y las facultades mecánicas dependerán del proceso o el polímero con el que se mezcle.