Ir a la escuela dejó de ser una rutina segura para miles de niñas y niños en Nigeria. En varias regiones del país, la combinación de violencia persistente y planteles en condiciones precarias ha provocado una caída severa en la asistencia escolar. La educación, pilar del desarrollo social, enfrenta hoy barreras que comprometen el presente y el futuro de comunidades enteras.
En zonas del Territorio de la Capital Federal, como comunidades rurales del área de Bwari, la inseguridad ha obligado a familias a mantener a sus hijos en casa. Los riesgos asociados a ataques armados se suman al deterioro visible de las escuelas. Aulas sin techos adecuados, puertas inexistentes y mobiliario insuficiente reflejan una infraestructura abandonada, incapaz de ofrecer un entorno mínimo de aprendizaje seguro.
Educación afectada por inseguridad e infraestructura
La consecuencia directa es el abandono escolar. En algunas escuelas, la asistencia se reduce a una mínima parte del alumnado inscrito, lo que interrumpe trayectorias educativas completas. Este fenómeno impacta con mayor fuerza a estudiantes de comunidades rurales y de bajos ingresos, donde no existen alternativas cercanas ni modalidades educativas complementarias.
Además, la ausencia prolongada del sistema escolar incrementa el riesgo de trabajo infantil, desplazamiento forzado y exclusión social. Cuando la escuela deja de ser un espacio protegido, la educación pierde su función como factor de estabilidad y cohesión comunitaria. De igual manera, el rezago educativo limita el acceso futuro a empleo formal y refuerza los ciclos de pobreza.
En noviembre, los reportes más recientes confirman que apenas una fracción del alumnado asiste regularmente a clases en comunidades afectadas por la violencia. Este dato subraya la urgencia de invertir en seguridad escolar y rehabilitación de infraestructura educativa. Garantizar escuelas funcionales y seguras resulta indispensable para restablecer el derecho a la educación y fortalecer la estabilidad social en Nigeria.
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