Argentina atraviesa una etapa de redefiniciones profundas en torno a la educación. En un país donde las marchas por “abrir las escuelas” fueron bandera de lucha durante la pandemia, hoy crecen voces que promueven la educación en el hogar. Este giro, lejos de ser una contradicción, expone un fenómeno más complejo: la falta de confianza sostenida en las instituciones escolares y la urgencia de repensar modelos que respondan a las nuevas realidades sociales.
Mientras sectores crecientes adoptan el homeschooling como alternativa, el sistema público enfrenta desafíos estructurales: salarios docentes bajos, infraestructuras deterioradas y altos índices de ausentismo estudiantil. Estas grietas se amplifican con discursos polarizados que reducen la educación a un terreno de disputa ideológica. Sin embargo, en lugar de fragmentar aún más el panorama, este momento ofrece una oportunidad: debatir con profundidad qué tipo de escuela necesita hoy la Argentina.
Educación en el hogar y escuela pública: ¿realidades opuestas o caminos complementarios?
La elección de educar en casa responde, en muchos casos, a una búsqueda legítima de contención, personalización y libertad pedagógica. No obstante, esto no debería traducirse en el abandono de la escuela como espacio colectivo de construcción democrática. Argentina cuenta con una vasta tradición pedagógica que apuesta por la inclusión, la innovación y el pensamiento crítico. Recuperar esa herencia, y combinarla con nuevas prácticas familiares, puede abrir el camino hacia una educación más flexible y humana.
También es clave repensar las condiciones estructurales que orillan a muchas familias a tomar caminos alternativos. Más que rechazar el sistema, muchas de ellas denuncian su agotamiento. Escuchar esas voces con apertura puede enriquecer las políticas públicas y fortalecer la escuela desde la base.
No te pierdas: Educación financiera al servicio del empleo y la equidad social
