La educación católica en México continúa siendo una fuerza transformadora capaz de restaurar el tejido social y dignificar a las personas desde sus raíces. Esta afirmación cobra especial relevancia tras el mensaje del Arzobispo de Los Ángeles, Mons. José Gómez, quien subrayó el papel crucial de estas instituciones como faros de esperanza en comunidades golpeadas por la pobreza, la violencia o el abandono.
Durante su intervención en el Congreso Nacional de Educación Católica 2025, organizado en Monterrey por la Conferencia del Episcopado Mexicano, el prelado destacó que la educación católica no solo transmite conocimientos, sino que también cultiva virtudes esenciales para la convivencia y el desarrollo humano. En un contexto educativo cada vez más desafiante, marcado por brechas sociales y la pérdida de referentes éticos, estas escuelas actúan como centros de contención emocional y promoción de la dignidad.
Formación integral y misión trascendente
Mons. Gómez hizo hincapié en la necesidad de que los docentes católicos comprendan el valor de su vocación, que va más allá de la instrucción académica. “Dios los ha llamado a enseñar a los jóvenes a ser santos, a ser hombres y mujeres de virtud”, aseguró. Esta visión refuerza el compromiso con una pedagogía integral que pone al estudiante al centro como ser humano pleno, no como producto del sistema.
Actualmente, las escuelas católicas mexicanas enfrentan retos estructurales, como la falta de recursos y la competencia con modelos educativos estandarizados. Sin embargo, su capacidad para fortalecer la identidad personal y colectiva, y para ofrecer un sentido trascendente en la vida de sus estudiantes, las mantiene como actores relevantes y necesarios en el panorama educativo nacional.
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