La universidad debería abrir puertas, no cerrarlas. Sin embargo, en México, miles de egresados enfrentan un mercado laboral que no siempre les responde con oportunidades. Aunque la cobertura de educación superior ha crecido en los últimos años, el vínculo entre la formación académica y el empleo formal aún presenta brechas significativas. Esta desconexión impone una realidad inquietante, pero también una oportunidad: repensar el papel de las instituciones de educación superior como motores de movilidad y desarrollo.
¿Dónde están trabajando los egresados?
El informe más reciente del Observatorio Laboral revela que más del 60 % de los egresados universitarios en México no ejercen en áreas relacionadas con su carrera. Este desfase entre formación y empleo no responde únicamente a la saturación de ciertas profesiones, sino a una falta de alineación entre los planes de estudio y las demandas del mercado.
Además, un número creciente de jóvenes se enfrenta al subempleo, aceptando trabajos que no requieren su nivel educativo, lo que genera frustración y desaprovechamiento del talento nacional.
Por otro lado, el reto no recae únicamente en las instituciones educativas. También es necesario que el sector productivo invierta en programas de inserción laboral, estancias profesionales y primeros empleos dignos, especialmente en regiones donde las tasas de informalidad superan el 50 %.
Educación superior en México: retos y posibilidades
La buena noticia es que ya existen esfuerzos por revertir esta tendencia. Universidades tecnológicas, modelos duales de formación y alianzas entre academia e industria están ganando terreno. A partir de agosto de 2025, la Secretaría de Educación Pública ha impulsado nuevas directrices para fortalecer las competencias laborales desde el aula, priorizando habilidades digitales, idiomas y emprendimiento.
Actualmente, la tasa de desocupación entre jóvenes con estudios superiores en México es del 8.1 %, más del doble que el promedio nacional según datos de agosto de 2025.