El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) reportó que más de 460 mil jóvenes con estudios superiores no cuentan con empleo en Perú durante 2025. La cifra expone una realidad contundente: el título universitario dejó de ser garantía de inserción laboral. En la práctica, quienes culminan carreras profesionales se encuentran entre los sectores más golpeados por el desempleo.
Las empresas demandan competencias técnicas, digitales y adaptativas que gran parte de las universidades todavía no incorporan en sus planes. Esta desconexión produce una sobreoferta de profesionales en áreas saturadas y, al mismo tiempo, una escasez en campos especializados. Los recién egresados se ven forzados a competir en un mercado reducido, donde prevalece la experiencia previa sobre la formación académica.
Precariedad como punto de entrada
Los que logran colocarse suelen hacerlo bajo contratos temporales, con bajos salarios o sin acceso a beneficios sociales. Desde la perspectiva laboral, estas condiciones socavan principios de estabilidad y equidad. Aceptar un empleo en desventaja se convierte en la única alternativa frente a la falta de plazas acordes con su preparación.
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Políticas aún insuficientes
El Estado impulsa programas de inserción juvenil y capacitación, pero los resultados no alcanzan la magnitud del problema. Los incentivos a empresas que contraten egresados jóvenes son limitados y el ritmo de actualización de las universidades no responde a la velocidad con que avanza la transformación digital.
Mientras la automatización y la inteligencia artificial redefinen la empleabilidad, la educación superior sigue formando perfiles que no corresponden a las nuevas demandas.
El INEI confirma que los jóvenes de 22 a 29 años concentran más del 60 por ciento del desempleo profesional, una señal clara de que el país enfrenta un desajuste estructural entre educación y trabajo.